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domingo, 22 de julio de 2012

Pero cuidado, un mismo espejo es todos los espejos


Dandole a "siguiente blog" para intentar caer en algún delirio, una vez más.
Quería rutear,  y que la ruta sea una superficie lisa y continua, para ser relatada. Queria escribir como Kundera, como Cortázar, como alguien, o hasta como ella, si encontrara su identidad, que de seguro, está plasmada en alguno de los libros que están en esos estantes sucios de un living con mala suerte. No fueron solo libros, sino un programa, el principio de un plan de accion, pero siempre un principio. 
Mira el cielo, mira el muro,  de cinco metros de altura, mira el árbol, mira las enredaderas, mirate pasar, te ve pasar, silbando, y, ocurre en ocasiones que,  le molestaba, que todo termine, y no pueda verle, aunque sea tan sólo un instante, escondido donde nadie pueda verlo, tal vez, en aquel pueblo de montaña escondido con el que ya nunca sueña, y piensa que le gustaría llegar a ser una anciana, aunque, sinceramente, no cree que suceda, y como de costumbre sabor a café en el fondo del Universal, hasta allí, en su hasta hace poco sueño, manías se apoderan de ella, y entonces le gustaría poder recordar una historia de "amor" que tal vez nunca existió. O que nunca dejó de hacerlo. Y ahora, ya no se acuerda, ni de tu risa, ni de tu prisa por darle un beso, ni que botón de tu camisa, desabrochaba primero. Pero por eso,  y por -eso-, y por todo lo místico de aquella ruta que lleva hacia el pueblo en el que te halló, va a recitar, en la cumbre de una montaña, su delirio más que hallado; crecerá en los inviernos dentro de una carpa con dos estacas, nacidas del uno más uno, la tierra se mantiene firme, sobre su torso, que es lamido y besado por la mujer que siempre mueve el cielo y el infierno a la par, de un lado al otro de la música, y el árbol del paisaje de cada mañana al despertar, un agujero atravesado por pájaros que al ritmo de aquel movimiento de cielo e infierno, no beberán de la saliva del amo, del jugo vaginal. Grillos, plantas, vengan hacia mi, yo también me dormí detrás de la gran ciudad, muy detrás, casi allá, por donde el cielo es hombre, mientras camino sin parar y me miro los pies al pensar que tal vez, cuando caiga la noche y los lobos aullen, me descubra una sonrisa que quedará flotando en medio de la oscuridad, una sonrisa no del todo etílica, no del todo dialéctica, una de aquellas, tal vez sea una sonrisa de árbol con frutos y flores coloridas al mediodía y no mi sonrisa, o tal vez lo sea, y sea un poco mentirosa, pero será, lo que vendrá. Y llegaré con ella a mi par hacia el lugar donde más tarde nacerá ese espejo, el que sin querer tenía que ver-te para mirarme, y sin querer, vuelve a caer en lo detestable del "amor" de los demás,  y el libro se abre en esa página que no alcanza a ser leída con los puños apretados, la ruta se divide hacia dos mundos, dos desconocidos mundos, la sonrisa se convierte en una risa descontrolada de complejo placer, tal vez sea eso, o tal vez sea su sonrisa desnuda mientras se acaricia los pezones que apuntan al sol donde todo sonríe sin paredes, ni pantallas, tal vez sea que la sonrisa que descubro un Sábado más, de mi racha perdedora, sea sólo "real", delirante, imperfecta y placentera. El libro se abre una vez más, la página amarillenta, manchada de café amargo, se agrieta, se empolva en el living con mala suerte, vuelve a ser historia de un "yo" perdido, vuelve a ser -eso- que fue, vuelve a crear la perfecta aritmética, pero, a quién le importa ser polvo en una repisa? el placer de ser relato, polvo de estrellas, ser el par imperfecto, si después de todo ¿quién quiere ser la pareja perfecta? si de lo imperfecto, nace el placer. 
Y ya sabrán disculpar estas disertaciones un poco empalagosas.

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