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lunes, 10 de septiembre de 2012

La insoportable levedad del ser.

-.De la derecha Kundera y de la izquierda al sueco. Y ni me cansaba en ese punto en el que estás tan en el medio que se te cierra solo; me miraban como diciendo "tan chica y leyendo ese libro?" y yo les contestaba con la delicadeza de un alma sedienta, les contestaba actuando con la actividad de esa materia gris del cerebro; pero, cómo entenderían? eran, probablemente, tan humanos, tan compasivos, disfrutaba de dejarlos con ese desasosiego distinto, pero no ese distinto generacional; un verdadero hallazgo.-

Metafóricamente me gustó, me encantó, me impresionódisfruté de castigarme, de permitirme hacerlo, porque a veces, ni todo el aire es sinónimo de libertad, ni todo ese resto que acaba en -vos-, que acaba en ese resto material, la diferencia entre cuerpo-alma que aquella compasiva no lograba entender, el olor a sexo meramente corporal, ni la unificación de sexo-amor, ni la inconcebible vida junto a una mujer; ahí, aquel aire de libertad es sinónimo de impulso. Y así es, puro impulso, me retornaba a Nietzsche, la idea de vivir la vida tal y como ha sido, con consecuencias sean buenas o malas; ahí te recuerdo, parado entre dos puertas, hasta que algo, ese -algo- te diga que hacer, ese instinto de no saber por qué. Escoger a ciegas. Luego esta decisión, determinará nuestra inservible existencia, pero no importa ya, si no hay compasión, humanidad en nosotros. Podremos ser partícipes de sentir ese no puedo más (pausa) no puedo más, y luego quebrar humanamente y casi, sin darte cuenta, nos acecha la impotencia de estar patéticamente tan resignados como desesperados; acecha ese continuo miedo, que lo conllevan los derivados confusos de un amor que cree ser solo sexo, la infelicidad, somos conscientes de que por un lapso de tiempo no podíamos esperar a que sea de noche durante el largo día, hasta que esas desesperadas ganas son de no querer en realidad que sea de noche y que ni se acerque, para no "sufrir". Te ataca la estupidez humana, la compasión que tampoco quiere que sea de día, para no tener que levantarte. Da lástima la "inserviblidad", da pena al ojo ajeno y hasta a veces al propio. Qué  peor? ese antecedente existe. Está, en definitiva, y en silencio, nos atacará un "miedo" de que vuelva a suceder. Ese mismo miedo, esa desdicha, es la que consume como droga, los celos de infelicidad, carcomen lentamente, la comparación de absurdos asuntos "amistaderótica-amor".
Dormir junto a alguien. Alguien, noimportaquiénnicómosea, un alguien como vos, un inservible, desdichado y poco humano; para descubrir aquello anhelado; para maravillarte "El amor no se manifiesta en el deseo de acostarse con alguien, sino en el deseo de dormir junto a alguien" y hasta a veces llegan a ser certeras aquellas comparaciones, reflexiones de más que relaciones humanas, pasiones, goces más que eróticos, aún más profundos, más ahogados que la profundidad de la sencillez de ese "amor". Así como "En la velocidad de las cosas" marca la -no- existencia del ser como humano, como alguien, como representante de sangre en la línea hereditaria, a lo que llamaríamos "puro nombre":
"La mujer me pregunta quién soy. Le digo mi nombre y, por supuesto, la mujer me dice que mi nombre le suena de algún lado. La mujer me pregunta cuál es mi oficio y cuando le digo que soy escritor sonríe satisfecha, no porque me conozca, sino por su capacidad de haberme reconocido. Ahora si sabe quien soy, me anuncia como si el hecho de que ella se hubiera dignado ubicarme en su caprichosa cosmogonía me convirtiera, por fin, en alguien verdadero y, por lo tanto, digno de cierto interés. Pronuncia mi primer apellido. Un apellido corto, tan corto que parece un apodo. Y lo dice - como lo dicen todos - como si se le hubiera ocurrido a ella, como si ella lo hubiera inventado"


La causalidad sirve para no perder el hilo, pero en estas claras aguas, vemos claramente que la lucha interna la gana el instinto casual. Esta casualidad llamada Teresa será el amor irremediable, que será vencido por el impulso, el olor a sexo meramente corporal, el alma que flota piel a piel en el amor incondicional. No sabrá quién es Tomas, no sabrá quién es ella, probablemente hija de su madre, infeliz, quien la hizo llegar a este mundo por accidente, su alma es consciente de ésto, ella sabe que no sabe bien por qué, pero sabe que busca amor

Lo más grave, puede que haya sido la relación madre-hija de Teresa y su progenitora; que, aunque apunta a muchas cosas, se ve reflejada más que en lo estético, se ve reflejada su alma, su infelicidad. Con el lápiz bien  afilado, iba clavando puñales sobre el relato, atacando y guardando acontecimientos; logré parecerme a María que no era realmente María, sino la hija de un gran músico de reggae, y así fue, reconocí mi debilidad, y como buena manzana prohibida no logré retroceder, avancé, no pregunten si caí, mi cobardía tapó mis ojos a la hora de ver, aquella sensación de paracaidismo hizo que vea lo real de mi vida que, bien poco era, debía cumplirse por puro egocentrismo individual y humano, por puras ansias de vivir, debía huir de mi progenitora  y hasta de mi cobardía. Lo cierto es que no se logra huir completamente, se vuelve a ver a uno como madre cada vez que se acerca a un espejo, o cada vez que logras penetrar en tus fosas nasales el olor a sexo de Sabina. Y uno sigue esperando a que pase algo que no existe, si, estamos hablando de -eso-, el creer que algo más tiene que haber en las cosas, hasta en las más pequeñas, no puede ser solo eso, que tampoco se sabe definir con exactitud, pero, hay algo que es real, y es que tiene que ver con cuando nos damos cuenta de que algo obviamente e imprescindiblemente tiene -eso-; aquello inexistente y anhelado, es el principio del fin, y el fin de los fines; y mientras leía, me daban ganas de musicalizar el momento.
Hay algo que si es generacional, esas ganas de moverte pero no en circulo. La cobardía que hay en afrontar, sin querer -queriendo-, estar de humor para estar "triste" y para oír música tranquila pero pesada, hecha por muchachos de camisas e ir más de dos veces al mismo lugar y tomar la misma ubicación, eso es cobardía. O las casualidades que me llevan a este libro, los afluentes del río que nunca faltan, como las personas más humanas, y a la vez desdichadas. Porque la visión del fluir del agua tranquiliza y cura. "Creo que el agua cura y que lo mágico del encuentro es que siempre queremos más".- Aquel río fluye de una edad a otra y las historias de la gente transcurren en la orilla; transcurren para ser olvidadas mañana y para que el río siga fluyendo. 
Aquellos sentimientos que nunca vamos a querer que afloren serán lo que tengan que ser, y nada más. Tal vez, hasta nos den el gusto de desestresarnos. Pero no quiero que sea conscientemente; y de eso se trata éste libro, del impulso, el amor, los celos, el alma, el cuerpo, el peso y levedad, inconscientemente.
Que aquel río posee rocas que, indudablemente hacen a la corriente, Que todo lo que elegimos por su levedad no tarda en revelar su propio peso insoportable.
Este es un gran "Gracias". Esta es la realidad que rasguña pero no llega a sangrar.
Gracias, por no ser nada de lo que imaginas. 

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